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Enfoque
psicológico:
En las sociedades actuales la vejez se considera como una etapa donde la
disminución de la capacidad funcional y la pérdida de un rol social o de la
participación en la comunidad determinan y caracterizan a las personas mayores.
Sin embargo, es de importancia recalcar la idea de que la experiencia y
los logros alcanzados por una persona en esta etapa del ciclo de vida cumplen
un papel importante en el proceso de desarrollo humano y calidad de vida, y
logran la sensación de satisfacción del trayecto de vida mismo.
En el mismo orden de ideas, se define un envejecimiento individual como
“el proceso biológico que experimenta una persona cuando avanza su edad, tanto
en su evolución cronológica como en su naturaleza biosíquica y social”; y un
envejecimiento demográfico como aquél donde se describe el proceso de
envejecimiento de la población y el cambio demográfico (aumento de la
proporción y del total de personas mayores de 60 años, disminución de la
mortalidad y de la fecundidad).
El análisis de todos estos enfoques y definiciones nos conduce a
comprender la complejidad del proceso del envejecimiento y la vejez. Es
necesario tener en cuenta que no sólo se incluyen aspectos físicos, sino que
también es importante comprender el contexto donde una persona se desarrolla a
lo largo de su vida, las problemáticas y necesidades tanto individuales como
sociales, además de los intereses y los proyectos de vida satisfactorios
encaminados al desarrollo humano hasta el fin de sus días.
- El envejecimiento en relación con
la capacidad funcional
Como se mencionó, el envejecimiento, entendido como un proceso,
involucra cambios de diferente orden, desde biológicos, psicológicos y
cognitivos hasta sociales. Estos cambios los podemos concretar en la pérdida de
la capacidad funcional, entendida como la destreza para realizar actividades de
la vida diaria de forma independiente.
La Organización Mundial de la Salud caracteriza la capacidad funcional
refiriéndose a la capacidad de ventilación, la fuerza muscular y el rendimiento
cardiovascular, y afirma que esta capacidad funcional “aumenta en la niñez y
llega a su máximo en los adultos jóvenes, seguida con el tiempo de una
disminución”.
Esta disminución está determinada por diferentes factores de la
experiencia de cada persona relacionados con hábitos como el tabaco, el
alcohol, el sedentarismo, la alimentación, la situación socioeconómica, el
nivel educativo y las condiciones de trabajo, ya que cada una de éstas
contribuye a tener una vida saludable o no.
Además, esta disminución de la capacidad funcional lleva al
sedentarismo, la inmovilidad, la discapacidad, el aumento del riesgo de sufrir
enfermedades crónicas no trasmisibles y por consiguiente a la problemática
psicosocial que se centra en el aislamiento, en la pérdida de un rol social y
económico, en la depresión, la baja autoestima, la improductividad y la
dependencia.
En consecuencia, con el tiempo la persona mayor ha ido perdiendo valor
social ya que se le discrimina, se aísla y se señala como una molestia que
impide el desarrollo de una comunidad. Sin embargo, cabe contemplar la idea de
que una persona mayor es un ser humano con derechos, que se encuentra dentro de
un marco de vulnerabilidad ligado a la pobreza, la discapacidad y la
dependencia vs soledad.
Por tanto, las personas mayores “se encuentran en una etapa de marcados
cambios a nivel físico, psicológico y social. El estándar internacional
establecido para la clasificación de persona mayor es de 60 años en adelante”.
Sin embargo, se afirma que “el envejecimiento no es un proceso biológico
inmutable ahistórico, sino que asume formas específicas determinadas por el
modo en que se relaciona el hombre con la naturaleza”.
Esto da cuenta de la importancia de concebir todas las características
que influyen en el proceso de envejecimiento y que hacen que la población no
sea homogénea.
Por esto mismo no hay una correspondencia entre los acontecimientos
biológicos de una persona y su edad cronológica; es decir, dos personas de la
misma edad no son comparables si una ha vivido en un país desarrollado y la
otra en un país en vía de desarrollo, pues esto y sus experiencias de vida
propia las hacen muy particulares.
En consecuencia, se pueden identificar tres formas de envejecer:
1. La
vejez normal: la cual cursa sin
discapacidades ni problemáticas que afecten el bienestar de la persona;
2.
La vejez patológica, que se asocia
a enfermedades crónicas; y
3. La
vejez competente, donde la superación, la satisfacción y el éxito son el
fundamento, pues la balanza entre pérdidas y ganancias se inclina hacia la
segunda.
A su vez, la vejez competente se debe a tres mecanismos:
La selección, donde la persona escoge sus metas y retos dependiendo de
sus recursos para cumplir con las exigencias ambientales, biológicas y sociales
que se le imponen;
La optimización, donde se maximizan las ganancias y minimizan las
pérdidas para crear estrategias que le permitan seguir alcanzando metas por
medio de la capacidad de reserva de aprendizaje que se conserva a lo largo de
toda la vida;
La compensación, que pretende contrarrestar las pérdidas por medio de
las capacidades conservadas o entrenamientos específicos.
Por toda la conceptualización presentada anteriormente, se deben
direccionar las políticas, las intervenciones y los programas de forma tal que
tengan en cuenta la diversidad de características propias de las personas
mayores con el desarrollo y atención que las diferentes agencias involucradas
en la problemática deseen impulsar.
Pero sobre todas las acciones nunca se debe de olvidar que se trata de
personas con dignidad que se merecen el respeto de toda la sociedad.
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