1 Pedro 5:5 “Así mismo, jóvenes, sométanse a
los ancianos. Revístanse todos de humildad en su trato mutuo, porque Dios se
opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes”
Y lo había llamado tullido, por razón o
instinto, no lo sé; pero si he aprendido en la vida que el respeto a los
mayores por razón o instinto es bueno y lo es aún mayor cuando ambos se
integran.
Cuentan que una linda joven ciega se encontraba
vagando por el bosque sin saber por dónde ir. De repente, tropezó y se cayó. Al
tantear por el suelo del bosque descubrió que había caído sobre un viejo abuelo
tullido.
La ciega y el abuelo tullido entablaron una
amena conversación confesándose cada uno su pena por su situación y su destino.
La ciega decía: “No sé cómo empecé a deambular
por este bosque y no encuentro la salida… ¿será que me habré perdido?”.
Mientras el abuelo tullido comentaba: “Hace
tiempo que estoy aquí, escribiendo en el bosque, a veces quisiera salir para
respirar y alegrarme, pero más parezco carga y por ello no puedo salir de él”.
Mientras se quejaban, la ciega exclamó: “¡Ya lo
tengo! Yo te apoyaré con mis hombros y tú me indicarás hacia dónde ir. ¡Juntos
podremos salir del bosque!”.
Según el narrador de esta hermosa historia, el
tullido simbolizaba la racionalidad y la ciega representaba la intuición. La
moraleja del cuento es clara: sólo podremos salir del bosque si sabemos
integrar con humildad la sabiduría de los ancianos con el instinto emprendedor
de los jóvenes.
La historia anterior, que como todo lo antiguo
que perdura en el tiempo, encierra enseñanzas interesantes, nos invita a pensar
sobre en qué elementos debemos basar las decisiones para juzgar a nuestros
ancianos, el cómo quizás ciegamente nos enfrentamos a la vida y el cómo ya la
paso el anciano y tantas otras situaciones importantes o incluso
trascendentales.
Si aún no has llegado a la ancianidad,
seguramente no habrás implementado una sistemática y bien estructurada visión
para definir los pasos que debes seguir para avanzar hacia vuestra vejez. Es
frecuente y normal que el joven temerariamente trate de dar consejos al anciano
y más cuando empiezan a decidir por ellos. Y es frecuente que los viejos se
resistan y lo más peligroso aun es cuando de ellos surge un si, pero en su
intimidad persiste un no.
Generación de jóvenes y generación de viejos,
no es raro que se enfrenten, en la familia, en la empresa, en cualquier lugar
donde se de esa convivencia, la razón y el método difieren uno alega una nueva
visión en un mundo instantáneo y el otro alega que la paciencia debe formar
parte de las buenas decisiones.
La real historia inicia cuando un ciego y un
tullido están quejándose por sus formas de pensar y actúan unos queriendo imponer
a otros, al escucharse se dan cuenta de que, si el ciego carga al tullido
suplirían sus carencias, ya que el tullido guiara el camino del ciego y este le
daría la oportunidad de caminar.
Cuando el ciego empieza a caminar se queja del
peso que genera el tullido, mientras éste lo trata como una muleta cumpliendo
así con su parte, que es indicarle el camino.
Cuando ambos hablan de las ventajas que suponen
sus discapacidades en la sociedad y que no tienen por qué soportar nada a
nadie, entonces las cosas cambian.
Ese cambio es lo que el enemigo que anda como
león rugiente, ve y capitaliza al enfrentar jóvenes con viejos o viejos con
jóvenes.
El tullido ve y relata al ciego, como
Jesucristo está cargando una gran cruz que está atada a su espalda y con él van
diferentes personas maltratándolo física y verbalmente siendo acusado de hablar
sobre un trato justo hacia iguales y salvando a las personas por medio de
milagros; estos hechos causan compasión en ambos, cada uno quiere ayudar al
otro a su manera, lo cual no es conveniente ya que saben que el enviado de Dios
vino para que sus enfermedades desaparecieran y esto sería suficiente para
tener que trabajar y cumplir con responsabilidades en una unión generacional.
Por la falta de humildad para aceptarse como
son, tratan de irse lo más lejos, pero cuando Jesús los alcanza se cumplen sus
más temidos deseos que son los de ver y caminar; el que ahora no es ciego se
alegra de salir de esa oscuridad que creía permanente arrepintiéndose por haber
querido huir del milagro más hermoso que le había concedido Jesús, mientras que
el que deja de ser tullido se alegra al saber que ya no lo verán o trataran con
compasión y tendrá que sobrevivir por medio de su esfuerzo y no de la lastima
de los demás, al fin y al cabo si el joven tiene derecho de transformar el
mundo, él también está vivo para darle cimientos de sabiduría.
El diablo solo quiere someternos y hacernos
desgraciados, el diablo hace que el tullido prefiere ser tullido a tener que
convivir con el joven y el joven se crea un basta ya de ser esclavo del viejo,
negándose ambos el vivir una libertad real, libre de cadenas invisibles y
estereotipos generacionales. Todo porque el enemigo sabe que dos débiles y que unidos
se vuelven una armada invencible.
Quien aún no ha llegado a anciano seguramente
es o se siente joven pero no debe olvidar que el anciano ya vivió lo que vive
el joven, pero el joven no sabe si vivirá lo que vive el anciano y que un
cuerpo desgastado no hace inferior a nadie
Es cierto que lo más jóvenes tienen ventajas
físicas sobre los menos jóvenes, pero hay que tener muy en cuenta algo, que el
mayor ya vivió lo que vive el menor y ahora está viviendo una edad que el menor
no sabe si vivirá. Por ejemplo, uno de 40 años ya llegó a esa edad, en cambio
el de 20 ni siquiera sabe si llegará. Por lo tanto, el mayor, que ya vivió más
que el menor, tiene una gran ventaja. El menor no puede presumir de condiciones
o una edad que el mayor no tiene ahora, porque el mayor también pasó por las
condiciones físicas y la edad cuando fue menor. Entonces, si un joven le dice
discriminantemente “viejo” o “tullido” a uno mayor, ese joven debe tener en
cuenta que ese viejo también fue joven y ya llegó a la vejez, cuando el joven
ni sabe si llegará
También he observado a personas mayores, tanto
hombres como mujeres, que, al estar al lado de alguien menor, se sienten menos,
como que se “agachan”, pensando que por tener más edad son inferiores a los más
jóvenes. Esto no debe ser así, toda persona, sin importar la edad, ni las
arrugas, ni los achaques, tiene siempre que valorarse, mantener una autoestima
correcta y sentirse de alto valor sin importar frente a quién esté, ni en qué
situación se encuentre
Para concluir, quiero decir:
- · No hay que considerar inferiores a los mayores, ni tampoco a los menores, hay que tratarlos como personas que en esencia valen igual que nosotros mismos.
- · Hay que disfrutar la vida sin importar la edad ni los efectos de la misma en nuestro cuerpo, porque el que envejece es el cuerpo, no nosotros y…
- · Levítico 19:32 NVI: “Ponte de pie en presencia de los mayores. Respeta a los ancianos. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor”
Así que muchacha/o ciega/o se inteligente y
aprende.
No hay comentarios:
Publicar un comentario