"Así ha dicho Jehová de los
ejércitos: Aún han de morar ancianos y ancianas en las calles de Jerusalén,
cada cual con bordón en su mano por la multitud de los días. Y las calles de la ciudad estarán llenas de muchachos
y muchachas que jugarán en ellas."(Zacarías 8:4..5).
Imaginemos... ancianos y ancianas llenan
las calles de Jerusalén. Y la imagen continúa: además de estos hombres y
mujeres mayores son muchachos y muchachas que jugarán en las calles personas
mayores y niños pequeños juntos en las calles de Jerusalén.
Este día quiero hablar de las bendiciones
de la vejez, de ese período de la vida humana conocida como la vejez como una
etapa culminante de nuestra vida, la vejez es un estado de vida para ser
valorado por su sabiduría y la iluminación; la vejez es una parte esencial de
un trío comunidad, iglesia y la
sociedad.
Observemos que los escritos de la Iglesia
divididen nuestras vidas en cuatro etapas: la infancia, la juventud, la edad
adulta y el último paso se dice que es la vejez. Nuestra infancia se dice que
es un tiempo de instrucción, cuando se aprende; La juventud un momento de
aventura y fuerza; la edad adulta se dice que es un momento de inteligencia,
pero vejez se dice que es un momento de sabiduría. La vejez es una etapa de la
sabiduría y de voluntad de ser guiados por el Señor.
Pero, por qué es la sabiduría asociada a
los últimos años de nuestra vida. Primero, la verdadera sabiduría no es sólo
una cuestión de aprendizaje, sino una cuestión de vida. La verdadera sabiduría
no está en la cabeza, esta abajo en nuestro corazón. La verdadera sabiduría
proviene del viaje de toda la vida de caminar de la mano con el Señor. Es el
viaje de toda la vida, descubriendo que el Señor es el camino, constatando que
podemos confiar en Él, en cada paso del camino. Esa es la sabiduría de la
vejez.
La verdadera sabiduría es el viaje de toda
la vida de ver las verdades del Señor, poniendo su Palabra en uso y acción. Es
ese proceso de asimilar la verdad en nuestras vidas, a lo largo de toda una
vida en la que hacemos nuestra propia verdad.
Por último, la sabiduría de la vejez es la
compresión que no podemos hacerlo todo, de que sin el Señor no somos nada. Es
mirar atrás en nuestra vida y ver que el Señor ha estado allí todo el tiempo.
La vejez es la edad pasada, cuando las
cosas terrenales y corporales empiezan a aplazar y los interiores de una hombre
empiezan a iluminarse. Así, en la última etapa de nuestra vida el Señor permite
que nuestro cuerpo disminuya gradualmente.
Nos parece que nuestros cuerpos físicos no
son lo que solían ser. El Señor lo hace a propósito, para que durante las
últimas etapas de nuestra vida nuestra mente puede elevarse hacia las cosas más
sublimes. El Señor, en Su sabiduría, proporciona un gradual abandono de las
cosas de este mundo como una preparación para la eternidad del cielo.
Es interesante preguntar a personas de
edad avanzada que son las cosas que más valoran. A menudo responden con
recuerdos de amigos, familiares y otras relaciones humanas. En la vejez, la
transición está teniendo lugar. Es un tiempo de que eleva nuestra vida hacia lo
supremo, hacia el cielo.
Se nos dice que el cuerpo envejece, pero
el espíritu mismo no envejece. El cuerpo crece en edad, pero el espíritu crece
para ser más joven. El cuerpo puede sentirse más viejo, pero la persona dentro
de ese cuerpo sigue siendo el mismo. Aún nos sentimos tan joven como lo hicimos
siempre. Y en este sentir que todos somos jóvenes. Es la eternidad del espíritu
humano.
En relación con la eternidad estamos todos
en nuestra infancia espiritual. Dicen que la vejez comienza en los años
sesenta. Es una enseñanza inusual porque no solemos pensar en nosotros mismos
como viejos cuando nos acercamos a los sesenta. A los sesenta a menudo se nos
sigue participando en nuestro hacer. Los acontecimientos de la vida natural no
cambian de repente en los sesenta. Pero aún así los escritos sugieren que este
es el comienzo de la vejez porque es un momento en que los cambios sutiles
están ocurriendo en nuestras actitudes hacia la vida espiritual. A la edad de
los sesenta años, a pesar de que todavía estamos involucrados en nuestras
ocupaciones de toda la vida, vemos esos inicios de una nueva luz.
Poco a poco estamos dispuestos a aceptar
las limitaciones. Empezamos con humildad a aceptar que no puedo lograr todo lo
que me propuse lograr en la vida. Empezamos a ver la realidad de que esta vida
es no para siempre. Comenzamos a enfrentar la realidad de la vida futura. Las
cosas de este mundo no son tan importantes como parecían. Nuestros valores
cambian. Sentimos y vemos que hay realidades superiores. Es el principio de una
elevación en el crecimiento de nuestro espíritu.
La vejez no tiene por qué ser un momento
de disminución de utilidad. En todo caso, como avanza la edad, los usos de la
vida pueden llegar a ser más alto y más celestial en su forma. La jubilación a
veces puede ser temida y vista como tiempo de inutilidad. Pero el retiro
también puede ser una nueva oportunidad para seguir hacia una nueva verdad. Muy
a menudo, debido a circunstancias de la vida nos se ven truncadas las carreras
e ilusiones que amábamos de veras. Sin embargo, en la vejez de nuestras vidas,
está ahí la oportunidad para encontrar nuestra realización, a perseguir esos
sueños que siempre hemos mantenido.
La vejez es también un tiempo de reflexión
sobre la vida, a la luz de la Palabra del Señor. A la luz de ese período de
vida conocida como la vejez puede ser posible desarrollar una sabiduría que no
conoce en otro período de la vida.
Cada época tiene bendiciones y también
tiene sus retos y dificultades. Y esto puede ser especialmente cierto con la
vejez. Puede ser un tiempo de fuerza física en descenso, un tiempo de soledad
extrema. Puede ser un momento de ver toda la vida de los amigos. Puede ser un
momento de soledad cuando un cónyuge ha ido al otro mundo. Puede ser un tiempo
de la depresión, de dolor físico, un tiempo de preguntarse, ¿Cuál es mi uso en
este mundo? ¿Soy sólo una carga para la sociedad?
No se puede entender completamente el
funcionamiento de la providencia del Señor. A veces puede que tengamos que
confiar en que nuestros que realizamos en la tercera edad, son mayores de lo
que podemos ver y entender.
Es posible que tengamos que confiar en que
a veces el buscar en que y estar ocupados, logra prolongar la vida en este
mundo.
El Señor puede prolongar la vida en este
mundo para proporcionar un hacer de su obra de mucho mayor alcance. O el Señor
puede implantar en secreto celestial restos y recuerdos como una bendición
final en una larga vida de servicio. Necesitamos desarrollar sensibilidad, amor
y atención a las personas en las dificultades de la vejez, colaborar con la
voluntad del Señor. El salmista dijo: "No me deseches en el tiempo de la
vejez; Cuando mi fuerza se acabare, no me desampares."Salmo 71:9.
Me gustaría terminar con una imagen de
Moisés. Esa bella imagen de Moisés, en las últimas horas de su vida en la
tierra, de pie sobre la cima del monte Nebo, mirando por encima de la tierra
prometida de Canaán. Durante cuarenta años, Moisés condujo al pueblo a través
del desierto. Él los había sacado de su cautiverio en Egipto y ahora los había
llevado hasta la frontera misma de la tierra prometida. Y ahora vemos ese
glorioso momento cuando Moisés, ya un anciano de 120 años, está dispuesto a
morir. El Señor le permite ver la tierra prometida antes de morir.
Esa imagen de la visión de Moisés, de la
extensión de la tierra prometida, la tierra donde los Hijos de Israel ahora iba
a vivir, es una imagen de la verdadera sabiduría, la sabiduría que viene en la
vejez, la sabiduría que viene cuando hemos caminado lo suficiente a través del
camino de la vida para realmente conocer y ver que el Señor está con nosotros.
La sabiduría de la vejez: es una sabiduría
que viene cuando comenzamos a despojarnos del cautiverio de las cosas
corporales y estamos dispuestos a ver y aceptar la realidad de el cielo y la
otra vida. Esa imagen de Moisés de ver la tierra prometida delante de él y al
mismo tiempo recordar el largo camino que estaba detrás de él (ambos lados de
la montaña) es una imagen de la verdadera la iluminación espiritual.
En el libro de Zacarías tenemos una imagen
de hombres y mujeres mayores sentados en las calles de Jerusalén con las calles
de la ciudad llenas de muchachos y niñas jugando. Es un cuadro de las edades
espirituales de nuestras vidas desde de la infancia hasta la vejez. Y yo me
fijo en este cuadro y su la respuesta es: ¡que maravilloso es Dios!... lo
invito a que haga el intento de verlo.
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