Hace más
de un siglo y medio, un maestro regresaba a su casa, en un pequeño pueblo; le
llamó la atención una luz en la ventana del zapatero, y al asomarse vio a éste
trabajando a la luz de una vela a punto de extinguirse.
Entró su
esposa y le dijo: -Ya es tarde, la cena está lista, ven a comer.
Respondió
el zapatero: -Ya voy. Mientras arde la vela, algo puede hacerse.
Se alejó
el maestro, reflexionando sobre la escena.
Al día
siguiente, les dijo a sus alumnos: -Ayer aprendí una muy importante lección de
un viejo y humilde zapatero: mientras
arde la vela, algo puede hacerse. Se trata de la vela de la vida: mientras
hay vida, se puede reemprender el camino elegido.
Al hablar de la vejez y los lazos familiares,
iniciaremos por decir que definimos a la familia como el grupo de convivencia
basado en el parentesco, la filiación y la alianza; sus miembros están ligados
por sangre o por afinidad, lo cual crea una serie de relaciones, obligaciones y
emociones. Es el espacio para la socialización del individuo, el desarrollo del
afecto y la satisfacción de necesidades sexuales, sociales, emocionales y
económicas, y el primer agente transmisor de normas, valores, símbolos,
ideología e identidad, donde se focalizan las acciones de las demás
instituciones.
La familia implica un contacto y una
interacción mayor de los que se dan en el mundo público y que lo que le ocurre
a un miembro repercute en los demás miembros de la familia. Es la familia la
que puede ofrecer un marco como estructura estable de sostén y vínculos con
otros. El afecto, la permanencia, el refugio hacia adentro, en el mundo
privado, son propios de la familia.
La familia hace dos cosas: asegura la
supervivencia física y construye lo esencialmente humano del hombre. La familia
es el contexto natural para crecer y para recibir auxilio, es un grupo natural
que en el curso del tiempo ha elaborado pautas de interacción.
La familia necesita de una estructura viable para
desempeñar sus tareas esenciales, es decir, apoyar la individuación al tiempo
que proporciona un sentimiento de pertenencia. La familia es poderosa por su
influencia perdurable en las vidas humanas. Es el primer grupo con el cual
entramos en contacto al nacer y dentro del cual permaneceremos toda o la mayor parte
de nuestra vida. La familia influye en el proceso de nuestra socialización y
desarrollo de nuestra personalidad.
Hasta hoy en día, ninguna otra institución
humana o social ha logrado suplir el funcionamiento de la familia, sobre todo
en la satisfacción de las necesidades biológicas y afectivas de los individuos.
La familia cambia y continuará cambiando; por consiguiente, también cambia la
ubicación de los viejos dentro de ella.
La familia posmoderna se caracteriza por convivir
con cuatro y aun cinco generaciones dentro de ella, por el cúmulo de
socialización, tanto hacia atrás como hacia delante a lo largo del curso de la
vida y por la oportunidad para los adultos de disfrutar de compañía recíproca dentro
de la familia.
Pero hoy en día se valoriza la independencia y
los hijos, en muchos casos, se comunican con sus padres a distancia. Las
personas viejas son cada vez menos propensas a compartir la vivienda con los
hijos.
Las personas pueden debilitarse social, física
y emocionalmente si no reciben o perciben señales de amparo de sus seres
significativos que las hagan sentir seguras y valiosas. Los sistemas de apoyo
informales son recursos esenciales en la provisión de asistencia afectiva y
financiera, ayudas en las tareas del diario vivir. Esta dedicación y
cooperación emana de sentimientos afectivos y de un sentido de solidaridad.
Las relaciones con la familia de procreación (esposa,
esposo, hijos) se encuentran entre las más vitales y esenciales. A mayor edad,
más vital la relación.
Las relaciones maritales y no necesariamente sexuales,
son una prioridad para las personas de mayor edad, seguidas por las relaciones
con los hijos/as. La convivencia familiar y el sistema de apoyo de la familia
es una de las fuentes de mayor satisfacción y valía para la persona de mayor
edad.
Lo anterior confirma que la familia sigue
siendo la institución social primaria de ayuda para las personas de edad
avanzada a pesar de su estructura y funciones cambiantes. La familia brinda a
los viejos un auxilio de tipo material, emocional y social durante los tiempos
normales y también en los de crisis.
La incapacidad o impedimentos para llevar una vida
independiente, hacen imperativo que la familia asuma un rol más activo en la
provisión de cuidados y servicios a los ancianos y representa el factor
principal para reducir la posibilidad de institucionalización de personas
seriamente incapacitadas o enfermas.
En los últimos años la estructura familiar ha
experimentado una serie de cambios socio-demográficos que podrían arriesgar la
provisión de ayuda informal familiar a la persona de edad avanzada. Una serie
de factores de diversa índole y la multiplicidad de funciones que desempeñan, conllevan
a que los familiares que proveen el cuidado deban soportar un grado elevado de
tensión.
Pero a veces, debido a las múltiples
obligaciones que tienen los familiares que se ocupan de los ancianos, se opta
por la institucionalización, aunque el anciano pueda valerse por sus propios medios.
La mayoría de las familias con personas
ancianas incapacitadas hacen esfuerzos cuantiosos para mantenerlas en la
comunidad. La familia sostiene el peso mayor en la prestación de cuidados y
servicios al anciano o anciana y representa el factor principal para reducir la
posibilidad de institucionalización en caso de estar incapacitadas o enfermas.
El colocar la persona anciana en un asilo suele ser el último recurso utilizado
por las familias. En general, las familias que internan sus miembros ancianos
en las instituciones de larga duración han agotado todas las opciones, padecen
toda clase de crisis (económicas, sociales y personales) en este proceso y
tomaron la decisión final con gran resistencia.
La creencia común de que las personas ancianas
en el mundo contemporáneo han sido abandonadas por su familia, las
investigaciones a nivel mundial la desmienten. Por el contrario, ellas están
integradas a un sistema de parentesco con lazos filiales intensos.
La familia mantiene una posición de prominencia
dentro del espacio vital psicológico de estas personas por virtud de su
habilidad para proveer seguridad emocional y material. La presencia o la
ausencia de esta red pronostican el nivel de autonomía y bienestar de una
persona anciana. Ella continúa siendo la principal fuente de protección de los adultos
de edad avanzada y a la que acuden generalmente en primera instancia.
La contribución de la familia es de tipo
práctico, emocional y material. El tipo de asistencia, la forma y la frecuencia
con que se ofrece la ayuda está conectada a la dinámica particular de cada unidad
familiar y a factores socioestructurales y demográficos.
La reciprocidad y la responsabilidad filial son
componentes que unen a los miembros de la familia. Aquellos que han recibido
apoyo pueden tener sentimientos y obligaciones recíprocas que a su vez pueden
llevar a convertirlos en ayuda cuando cambien las circunstancias. El sentido de
deber filial se mantiene como un valor fuerte en las familias latinoamericanas,
y motiva a los hijos e hijas para responder a sus padres que requieren cuidados
en la edad avanzada, independientemente de la expectativa de algún tipo de
recompensas. El compromiso, el amor incondicional y la reciprocidad integran el
cimiento de la relación de padres ancianos y sus hijos.
La protección familiar puede ser combinada o
servir de refuerzo a otros apoyos informales provistos por amigos, vecinos o
grupos comunales, así como la asistencia formal que provee el gobierno o las
entidades voluntarias.
En conclusión, las relaciones familiares tienen
gran importancia en la tercera edad ya que se ha comprobado que la salud física
y psicológica se incrementa en personas cuyos lazos afectivos familiares son
fuertes, en comparación con personas que por algún motivo tienen que vivir
solos o en instituciones para ancianos.
En todo caso la familia y la iglesia deben
tener presente que… mientras arde la
vela, algo puede hacerse.
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