Hoy iniciaremos con un cuento japonés titulado:
“La montaña donde los ancianos fueron abandonados”
Hace
mucho tiempo, hubo un señor que ordenó que cuando la gente alcanzara la vejez
debería ser llevados a un cañón de montaña y abandonados allí para morir
abandonados en él puesto que se volvieron demasiado viejos para trabajar en el
campo o ejercer su oficio, ya no eran útiles.
En un
pueblo cercano, había un joven agricultor cuyo padre había llegado a la edad de
abandono y cumpliendo aquella orden el hijo ahora llevaba a su padre de
espaldas a la montaña para ser dejado allí para morir… Caminaron cada vez más
profundo en el desierto y a medida que caminaban, el viejo rompía las puntas de
las ramas para marcar el camino.
- "Padre, ¿por qué rompes las ramas? ¿Es para marcar
el camino y encontrar ¿camino a casa otra vez?”
- "No, hijo mío, no es para mí que marque el camino,
sino para ti. Sé que yo no puedo regresar, pero me temo que pierdas el camino a
casa y sería una pena inconsolable para mi si algo te sucediera en mi
cuenta"
Cuando el
joven agricultor escuchó estas palabras, pensó en lo amable y sabio que era su
padre siempre lo había sido y en todo momento había intentado todo lo posible a
lo largo de los años para guiarlo como un buen hijo a todo lo largo del camino
de la vida.
Deteniéndose
por un momento, el hijo desplazó el peso de su padre sobre su espalda y luego
dio media vuelta y caminó hacia atrás, a la casa. Durante el día, él ocultó a
su padre bajo el porche y por la noche, lo alimentaba y cuidaba de él.
El señor
de esa tierra era un hombre de caprichos que a menudo se burlaba de su gente al
pedirles emprender desafiantes y a veces ridículas tareas. Un día, reunió a los
agricultores de la región y dijo: "Deben traer cada uno una cuerda tejida
de cenizas y el que no la traiga perderá la mitad se sus posesiones".
Todos los
granjeros estaban muy preocupados, sabiendo la imposibilidad de la solicitud.
El joven agricultor se fue a su casa y le dijo a su padre lo que el señor
mandaba mientras comían su cena.
- "Una cuerda de ceniza es lo que quiere. ¿Como puedo
hacer esta?"
- "Debes tejer una cuerda con fuerza, quemarla y
llevarla con cuidado al señor, dijo el padre"
El joven
estaba asombrado y feliz por los consejos de su padre y rápidamente hizo su
tarea. Al día siguiente, él fue el único que trajo una cuerda de ceniza al
señor. El señor estaba complacido y elogió al joven por su pensamiento rápido.
Luego, el
señor ordenó:
- "Cada uno de ustedes debe traer una concha de
caracol con un hilo de seda pasado a través de los conductos de la concha y al
que la traiga le concederé un deseo".
Una vez
más, el joven agricultor buscó la sabiduría de su padre. El anciano sonrió y
dijo:
- "Toma una concha de caracol y en la punta abre un
orificio que apunte a la luz, toma el hilo y ponle un grano de arroz. Luego
dale el arroz a una hormiga y haz que se arrastre por el conducto de la concha.
La hormiga se abrirá paso hacia la luz y tejerá el hilo a través de las cámaras
del caparazón".
Una vez
más, el joven agricultor fue el único que pudo completar la tarea y otra vez,
el señor estaba contento.
- "¿Cómo pudiste inventar una forma de resolver los
enigmas de estas tareas y completarlas tan bien? "
El joven
agricultor respiró hondo y respondió al señor:
- "Aprecio invaluablemente y amo a mi padre mucho y
cuando llegó el momento de llevarlo al cañón de la montaña para morir no pude
soportarlo él siempre fue tan sabio y amable. En cambio, volví, lo traje a mi
casa y lo escondí allí de día y lo alimenté y cuidé de él por la noche. Yo le
pregunté sobre estos problemas y rápidamente resolvió los dos y hoy reclamo mi
recompensa siendo esta que permitas vivir a mi padre".
Cuando el
señor escuchó esto, quedó impresionado con la devoción del joven y la sabiduría
del anciano; él sabía ahora que era un error perder todo ese conocimiento, por
lo que ordenó que cese la práctica del abandono y que las personas mayores deben
ser reverenciadas y honradas.
Y así fue
desde entonces y así debe de ser de por vida
Hay un texto del Profeta Ezequiel que contempla
un valle repleto de huesos secos en el cual tiene que convocar al Espíritu para
que se realice en ellos la revitalización divina. Si bien este texto no habla
de la vejez sino de la esperanza del Pueblo de Dios por resurgir, lo podemos
aplicar a esta etapa de la vida en que muchas veces se necesita que los huesos
secos y el alma se renueven con la fuerza pujante de la vida: “así dice el
Señor Dios: ven Espíritu de los cuatro vientos y sopla sobre muertos para que
vivan. Yo profeticé como se me había ordenado y el Espíritu entró en ellos y
revivieron” (37:1…14). Sólo desde Dios, los huesos secos de nuestra vida pueden
resucitar sintiendo, nuevamente, la corriente arrolladora del Espíritu.
En este tramo culminante de la vida está
reservada una prolífera fecundidad, que no radica tanto en el hacer sino en el
ser. Se manifiesta que sólo Dios es el Señor de la vida, el Único, el Todo, el
Absoluto, “la mejor parte que no será quitada” (Lucas 10:42) porque en la vida
se trata de encontrar a “Alguien” y esta etapa puede ser una mansa posesión del
amor definitivo, el verdadero tesoro, el cual, una vez encontrado, nos hace
dejar todo lo demás. (Mateo 13:44…45). Siempre hay que recordar que “allí donde
esté tu tesoro, estará también tu corazón” (Mateo 6:21)
¿Adónde tienes tú, tu corazón?
(*) Cuento numero uno que se deriva del estudio
titulado: “Las Historias De Los Abuelos Benefician A Los Niños”; si no lo ha
leído lo invitamos a hacerlo.
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