Deuteronomio 34:7 “Moisés tenía ciento veinte
años de edad cuando murió. Con todo, no se había debilitado su vista ni había
perdido su vigor” NVI. Moisés guio el éxodo de su pueblo durante sus últimos cuarenta
años de vida y en un desierto…
Mantener la autonomía y la independencia de las
personas mayores es un objetivo clave en el marco de políticas para el
envejecimiento activo.
El envejecimiento tiene lugar en el contexto de
amigos, compañeros de trabajo, vecinos y miembros de la familia. Esta es la
razón por la que la interdependencia, así como la solidaridad intergeneracional
son principios importantes del envejecimiento activo.
La OMS define el envejecimiento activo como un
proceso de optimización de oportunidades de salud, de participación y seguridad
cuyo último fin es mejorar la calidad de vida de las personas que envejecen, es
decir, estamos ante una realidad multidimensional que engloba las buenas
condiciones de vida objetivas y a la vez un alto grado de bienestar
subjetivo.
Hubo y aún persiste en muchas esferas, un
pensamiento ya desfasado, en el que de alguna manera al enfocar la gradual y
natural retirada con la edad y los contactos sociales, siendo a la vez
reforzada por la disminución biológica, por la pérdida de capacidades
sensoriales y otros déficit, así como la vivencia de un acercamiento a la
muerte, hacían que el sujeto tendiera a desvincularse, a retirarse y la misma
sociedad contribuía a ello, con la jubilación que es apartarle de su vida
activa, de sus entorno social, imponiéndole un retiro laboral que repercutía en
su vida personal y en cierto modo le alejada de la sociedad, incluso apoyaron
los estereotipos sociales en términos de "viejísmo", hoy el cambio
nos lleva a hablar de solidaridad intergeneracional, tal vez para nivelar esa
balanza.
Hoy hemos descubierto que la calidad de vida de
las personas mayores pasa tanto por la valoración objetiva y subjetiva de
aspectos personales como ambientales, tales como una autodeterminación, el
sentido de sus vidas, sus metas o el sentimiento de pertenencia. Muchos
estudios realizados sobre estas poblaciones demuestran, por ejemplo, entre
otras variables la importancia que tiene el sentimiento de soledad en la
calidad de vida. La soledad, una escasa red social y apoyo suele ir muy
vinculada a bajos índices de calidad de vida y a su vez ello puede incidir en
la propia salud física, en el bienestar y en definitiva en su valoración de la
vida.
El paradigma de envejecimiento activo busca
promover la autonomía y la participación de los mayores en la sociedad,
aprovechando el potencial que existe en esta población.
De hecho, podríamos resumir en tres grandes
pilares el envejecimiento activo:
·
factores
biomédicos (salud y estado funcional),
·
psicológicos
(funcionamiento cognitivo, personalidad),
·
sociales
(como la participación social, apoyo social)
Así es como el envejecimiento activo no sólo
pretende potenciar la salud y la autonomía del individuo y el retraso o
prevención de la discapacidad, sino también favorecer determinadas funciones
cognitivas, emocionales y psicosociales que lleven al individuo a realizar una
valoración positiva de su proceso de envejecimiento.
Los investigadores señalan que los ámbitos de
actuación para el desarrollo de un envejecimiento óptimo giran en torno a una
serie de áreas de intervención relacionadas con la:
·
Promoción
de la salud a nivel físico y prevención de la discapacidad
·
Potenciar
las funciones cognitivas
·
Desarrollo
afectivo y de la personalidad
·
Potenciar
la implicación y la participación socia
El paradigma de la solidaridad
intergeneracional surge junto al concepto de envejecimiento activo en la
Segunda Asamblea Internacional sobre Envejecimiento en el año 2002, de tal
forma que ambos están unidos e interrelacionados potenciando el protagonismo de
los mayores en la sociedad, sostienen que la solidaridad intergeneracional es
fundamental en el desarrollo del envejecimiento activo, así como el eje
fundamental para la igualdad y la equidad entre generaciones, a través del
desarrollo de actividades que tengan en cuenta a todas y a cada una de ellas.
La solidaridad intergeneracional puede ser
definida como “la ayuda mutua y la cooperación entre diferentes grupos de
edades con el fin de lograr una sociedad donde las personas de todas las edades
tienen un papel que jugar en función de sus necesidades y capacidades. Así
mismo destacan que la familia es para muchas personas mayores una fuente de
salud, de atención y de apoyo social, en la cual se potencia la solidaridad
intergeneracional, de ahí la necesidad del estudio de estas relaciones.
Actualmente este paradigma ha pasado a
denominarse como el “Modelo Solidaridad Conflicto Intergeneracional”, el cual
sostiene y se centra en la relación generacional que nace a nivel
intra-familiar, en la cual se desarrollan tanto relaciones solidarias como de
conflicto entre los miembros de una misma familia, principalmente entre los
padres de mayor edad y los hijos adultos.
Naciones Unidas a definido que “La solidaridad
entre las generaciones a todos los niveles (las familias, las comunidades y las
naciones) es fundamental para el logro de una sociedad para todas las
edades”
En la solidaridad entre generaciones el
objetivo principal es la cohesión e integración entre generaciones, en la cual
cabe tener en cuenta varios aspectos:
-
La
solidaridad funcional: referida a aquella solidaridad que nace a través de la
prestación de algo en concreto (dinero, tiempo o espacio)
-
La
solidaridad afectiva: centrada en los sentimientos de las personas,
correspondencia y pertenencia principalmente.
-
La
solidaridad asociativa: llevada a cabo a través de las diversas actividades que
se comparten
-
La
Solidaridad Intergeneracional” que busca sensibilizar a la población sobre la
contribución e integración de las personas mayores en la sociedad y promover
medidas que generen mejores oportunidades para que los adultos mayores sigan
activos, es decir velar por la mejora de las políticas centradas en el
envejecimiento activo, tratando de eliminar los estereotipos y la
discriminación por razón de la edad.
Rectificar la actual imagen negativa de la
vejez, es, pues, una tarea cultural y educativa que debe comprometer a todas
las generaciones. Existe la responsabilidad con los ancianos de hoy y del
futuro, de ayudarles a captar el sentido de la edad, a apreciar sus propios
recursos y así superar la tentación del rechazo, del autoaislamiento, de la
resignación a un sentimiento de inutilidad, de la desesperación y así con las
generaciones futuras, ir preparando un contexto humano, social y espiritual en
el que toda persona pueda vivir con dignidad y plenitud esa etapa de la vida.
La práctica religiosa ocupa un lugar destacado
en la vida de las personas ancianas. La tercera edad parece favorecer una
apertura especial a la trascendencia. Lo confirman, entre otras cosas, su
participación en gran número en las iglesias; el cambio decisivo en muchos
ancianos que se acercan de nuevo a la Iglesia después de años de alejamiento y
el espacio importante que se da a la oración: ésta representa una aportación
invaluable al capital espiritual de oraciones y sacrificios del cual la Iglesia
se beneficia abundantemente y que ha de revalorarse en las comunidades
eclesiales y en las familias.
La comunidad eclesial debe hacer lo posible por
ayudar al anciano a vivir su vejez a la luz de la dignidad con la que lo
revistió el Creador y a redescubrir por sí mismo el valor de los recursos que
todavía está en condiciones de poner al servicio a los demás y que tiene la
responsabilidad de dar a los demás. El anciano debe ser siempre más consciente
de que tiene aún un futuro por construir, porque todavía no se ha agotado su
tarea misionera de dar testimonio a los pequeños, a los jóvenes, a los adultos y
a sus mismos contemporáneos, de que fuera de Cristo no hay sentido, ni alegría,
tanto en la vida personal como en la vida con los demás.
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