Ser
viejo no es sinónimo de estar enfermo o necesariamente triste. Cuando un adulto
alcanza la edad de la jubilación representa para la propia persona dos cosas:
por un lado ha alcanzado la vejez y por otro ya no es útil a la comunidad. Una
y otra cosa van unidas haciendo en los "ancianos" unos relegados de
la sociedad competitiva en la que vivimos.
La
vejez es un proceso continuo de crecimiento intelectual, emocional y
psicológico. Es un periodo en el que se debería gozar de los logros personales
y contemplarse los frutos del trabajo personal, útiles para las generaciones
venideras.
El
envejecimiento es un proceso en la persona. En general no se tiene en cuenta.
Afecta a todos y requiere una preparación, como la requieren todas las etapas
de la vida. La vejez constituye la aceptación del ciclo vital, único y
exclusivo de uno mismo y de todas aquellas personas que han llegado a este
proceso.
Supone
una nueva aceptación del hecho que uno es responsable de la propia vida.
Aceptar que envejecemos, el prepararnos para hacerlo bien y sacarle mayor
provecho posible a esos años, es un aspecto importante de nuestra educación.
El
envejecer es un proceso dinámico, gradual, natural e inevitable. Nos vamos
dando cuenta de él por el reconocimiento de nuestro cuerpo cambiante, del
espejo, de la mirada del otro y de la exclusión de la sociedad en la mala
interpretación del proceso productivo.
La
etapa de la vejez comienza alrededor de los 55 años y se caracteriza por un
declive gradual del funcionamiento de todos los sistemas corporales. Por lo
general se debe al envejecimiento natural de las células del cuerpo. A
diferencia de lo que muchos creen, la mayoría de las personas de la tercera
edad conservan un grado importante de sus capacidades, tanto físicas como
mentales, cognitivas y psíquicas.
También
es cierto que la vejez es una etapa caracterizada por la multiplicidad de
perdidas y la afectación emocional que acontecen por esas perdidas. La persona
que envejece va perdiendo interés vital por los objetivos y actividades que le
posibilitan una interacción social produciéndose una apatía emocional sobre los
otros y al mismo tiempo, el sujeto se encierra en sus propios problemas. Esta
situación conlleva al aislamiento progresivo del anciano. Esta desvinculación
se produce por las actitudes adoptadas en el entorno.
Como
parte de la imaginación social y colectiva, circulan una gran cantidad de ideas
erróneas acerca del envejecer y la vejez, originando mitos y prejuicios,
perjudicando de esta manera el buen envejecer así como la adecuada inserción
del adulto. Estos prejuicios incorporados en la mentalidad de la gente,
funcionan determinando actitudes negativas frente al proceso del envejecer,
acentuándose aun más con los viejos.
Estas
ideas y prejuicios no surgen casualmente, sino que son producto del tipo de
sociedad a la que pertenecemos, una sociedad asentada sobre la productividad y
el consumo, con grandes adelantos tecnológicos y donde la importancia de los
recursos está puesto en los jóvenes y en los adultos que pertenecen a la vida
productiva.
En
forma equivocada la sociedad valora todo aquello que le resulta productivo, por
lo tanto fácilmente se considera que las personas mayores no aportan nada y lo
mas grave, es que algunos dicen que representan una carga para la sociedad.
Así,
casi de forma generalizada, se hace una valoración negativa, desgraciada y poco
respetuosa de las personas mayores. La sociedad moderna excluye a nuestros
mayores, provocando en ellos malestar y complicaciones, falta de ilusión, de
alegría, de animo. Pero lo más grande que sufren es la soledad. Estar ausente
sin integrarse en el grupo social o familiar como mero sujeto pasivo que
subsiste entre recuerdos y nostalgias.
La
falta de comunicación de afectividad y la incomprensión, son factores
determinantes y creadores de tristeza y de enfermedades.
En
la sociedad impera lo joven, lo bello, lo pasional, el hedonismo puro y todo
sujeto que no se incluya en este rol de comportamiento, es apartado de la
sociedad. Por la edad o el aspecto físico se les arrincona, se les jubila y
abandona a su suerte, perdiendo desde el poder adquisitivo hasta la dignidad,
deteriorando su calidad de vida.
La
jubilación actúa como línea fronteriza, dejando afuera de este circulo a todos
aquellos que, cumpliendo 55 o 65 años engrosan las filas de los llamados
"pasivos", obligándolos a replegarse sobre si mismos a un reposo
forzoso. Se considera que jubilarse es sinónimo de " no productivo",
de falta de actividad. Muchas veces la jubilación es pensada como un vacío,
para la cual, la persona no se encuentra preparada, dejando al sujeto sin nada
que hacer.
Si
bien para muchos la jubilación es el momento de disfrutar del tiempo libre,
para otros es un momento de estrés, ya que el retiro les supone una perdida del
poder adquisitivo y por ende en la autoestima. Es por ello que con la
jubilación se produce una angustia que no puede aliviarse fácilmente. Es
necesario que a lo largo de la vida que las personas, según sus tendencias e
intereses, amplíen su circulo de actividades, de manera tal que al llegar a la
vejez, puedan ocupar el tiempo que tienen a su disposición.
La
tercera edad es un momento propicio para dedicarse a actividades que, por falta
de tiempo no pudieron realizarse antes. La mayoría, salvo impedimentos físicos
graves, se encuentran en disponibilidad de fortalecer y desarrollar actividades
que les despierten placer. Dichas actividades, ya sean intelectuales,
culturales o físicas, retrasan el deterioro mental y anímico que ocurre en el
proceso fisiológico del envejecimiento. Esta es una etapa en la que se adquiere un nuevo rol: el de ser abuelos,
rol que conlleva la idea de perpetuidad. Los abuelos cumplen una función de
continuidad y transmisión de tradiciones familiares, culturales y sociales.
Jubilarse
y envejecer no justifica que nos retiremos de la vida social, por el contrario,
implica una forma diferente de participar.
El
fantasma del envejecer está relacionado con los prejuicios de nuestra sociedad,
que se ciernen sobre ellos signándoles a tener conductas estereotipadas
imaginadas por otros.
¿Qué
nos pasa como sociedad que no podemos ver que nuestros mayores representan el
compendio de memoria, de experiencia y por lo tanto de sabiduría, valores
necesarios para que la sociedad se desarrolle?
¿Que nos pasa como sociedad que no podemos recuperar las
pautas de respeto a la experiencia y el afecto hacia las generaciones de
mayores, de cuyo consejo y testimonio dependen también la estabilidad y la
columna vertebral de nuestro cuerpo social?
¿Que
nos pasa como sociedad que no podemos ver que la tercera edad es el comienzo de
una nueva actividad: la transmisión de saberes que requieren ser escuchados?
Ser
mayor no es estar retirado, es por el contrario una forma diferente de
participación, que es indispensable para nuestro propio crecimiento y el de
nuestros hijos.
Como Amar Al Adulto Mayor
- · DÉJALO HABLAR... porque hay en su pasado un tesoro lleno de verdad, de belleza y de bien.
- · DÉJALO VENCER... en las discusiones, porque tiene necesidad de sentirse seguro de sí mismo.
- · DÉJALO IR A VISITAR... a sus viejos amigos, entre ellos se siente revivir.
- · DÉJALO CONTAR... sus historias repetidas, porque se siente feliz cuando lo escuchamos.
- · DÉJALO VIVIR... entre las cosas que ha amado, porque sufre al sentir que le arrancamos pedazos de su vida.
- · DÉJALO GRITAR... cuando se ha equivocado porque los ancianos como los niños tienen derecho a la comprensión.
- · DÉJALO TOMAR UN PUESTO... en el automóvil de la familia cuando salen, porque el próximo año tendrás remordimientos de conciencia si ya no existe más.
- · DÉJALO ENVEJECER... con el mismo paciente amor con que dejas crecer a tus hijos, porque todo es parte de la naturaleza.
- · DÉJALO ORAR... como él sabe; como él quiere, porque el adulto mayor descubre la presencia de DIOS en el camino que le falta recorrer.
- · DÉJALO MORIR... entre brazos llenos de piedad, porque el AMOR de los amados sobre la tierra, nos hace presentir el torrente infinito de amor del PADRE en EL CIELO.
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