viernes, 5 de noviembre de 2021

El Temor A Envejecer Por Saúl Guevara

 

Un día cualquiera que vas por la calle alguien te sede el paso y dice “pase usted señor” o llegas al banco y te mandan cortésmente a la fila de la tercera edad. A partir de ese momento tu vida sufre una crisis de identidad porque no habías asumido que te estabas haciendo viejo y alguien inocentemente y con mucha cortesía te ha abierto los ojos a la realidad que tanto nos asusta: la madurez.

 Los síntomas de envejecimiento parecen desarrollarse estrepitosamente como si nuestra primera etapa de la vida hubiera sido filmada en cámara lenta y ahora ya tuvieran prisa por terminar. Pero nuestra generación actual, tiene una ventaja sobre nuestras madres y abuelas y esta es que nuestra generación ha crecido con oportunidades como si se tratase de la época de rebajas. Parece por fin que hemos roto con el convencionalismo extremo. La cirugía plástica y estética nos hace la madurez mucho más receptiva y lo principal, tenemos decisión sobre nuestra vida.

 En esta generación contemporánea, principalmente las mujeres ya tienen control sobre su propia vida. Ya deciden sobre si quieren operarse los senos o quitarse las feas arrugas para así poder madurar de forma más atractiva; deciden estudiar para cultivarse intelectualmente y cuando llegan a lo que consideran inicio de la madurez, desean vivir cada pequeño espacio de su vida con vitalidad, por ello ya no se ve como tragedia la menopausia, ni envejecer, porque ese camino ahora se puede vivir con plenitud eligiendo como única alternativa posible la salud.

 Antes pensaba que el hecho de cumplir 40 años era ya ser maduro y en consecuencia envejecer, ahora y cada día que pasa, esos estigmas van siendo vencidos y votados. Llegar a los cuarenta es cuando caes en cuenta que la vida se vive demasiado aprisa sin tiempo para aprender todo lo que nos enseña. Ahora con el inicio de esta nueva etapa en mi vida, cada segundo, cada instante que vivas lo saborearas como si fuera el último.

 Por desgracia no todos llegan a esta etapa con una claridad de ideas como los ejemplos anteriormente vistos; otros, al contrario, viven la madurez con miedo y en vez de experimentar y saborear, se esconden lamentándose de lo rápido que ha sucedido todo. Se acomodan a envejecer y dejan que las células que forman su cuerpo se agrieten y oxiden porque simplemente ya han cumplido los cuarenta. Las crisis se suceden unas tras otras: los hijos mayores nos agobian con sus problemas, después nos abandonan, nuestras parejas probablemente en el momento menos pensado ya no estén ahí, a nuestro lado. Estos pensamientos negativos bloquean una correcta visión de nuestras posibilidades y la poca confianza en nosotros mismos debida a una carente autoestima nubla nuestra propia individualidad.

 Solemos sucumbir en la ansiedad y depresión porque son etiquetas que forman parte de nuestra generación. Pensemos en la cantidad de estrés que se genera debido a los cambios de la autoimagen: aparecen canas, arrugas alrededor de los ojos, se nos cuelgan los brazos y el cuello deja ya de ser atractivo. Pero pensemos en lo que hemos ganado al cumplir los cuarenta: experiencia, elegancia, atractivo, intelectualidad y sensualidad. Cualidades que creo deberemos tener muy en cuenta cuando lo único que nos preocupe sea la fatídica cifra para iniciar una depresión.

 Alrededor de los cincuenta, muchos se sentirán llenos de energía para centrarse en los beneficios que tienen las décadas que quedan por delante. Así muchos se empezarán a realizar plenamente como hombres o mujeres en cualquier ámbito en ese período. Los cincuenta tienen algo de simbólico porque marcan de algún modo la mitad de nuestra existencia ya que la mayoría de las personas no espera vivir más de un siglo así es que los cincuenta son el punto de inflexión. Comenzamos a pensar mucho en el pasado reflexionando sobre el sentido que ha tenido nuestra vida ya transcurrida. Es período de meditación, de reencuentro con nuestro interior; si en la mediana edad padecimos crisis ahora es momento de revivirlas de nuevo como si se tratara de la difícil adolescencia. A esto se suman que nuestro entorno conocido también madura y la muerte se ve más cercana teniendo que superar en determinadas ocasiones períodos de duelo no antes experimentados que nos provocan dolor e inquietud. Si además enviudamos tendremos que enfrentarnos a terminar el largo recorrido en soledad y eso es algo a lo que muchos de nosotros tememos porque no supimos practicar a tiempo la propia individualidad. Los diez tipos de soledad que se relacionan con esta etapa son:

1. Echar en falta a una persona en concreto

2. Echar en falta el hecho de ser querido

3. Echar en falta la posibilidad de querer a otra persona

4. Echar en falta una relación profunda

5. Echar en falta tener a alguien en casa

6. Echar en falta compartir las tareas

7. Echar en falta la forma de vida de la gente casada

8. Echar en falta la satisfacción de tener compañía

9. Tener que intensificar las demás relaciones

10. Problemas para hacer nuevas amistades

 Si has llegado al fin de tu matrimonio y te encuentras solo y tienes más de cuarenta años y te cuesta adaptarte al hecho de envejecer, te propongo unas medidas para hacer más positiva la experiencia que te toca vivir:

·         No juzgues tus necesidades. Eso no será síntoma de debilidad o de falta de autosuficiencia.

·         Si necesitas estar acompañada, sentirte querida, no dudes en comunicarte, en relacionarte con gente de tu edad y expresar esa necesidad tantas veces como lo requieras.

·         Evidentemente no necesitamos de los demás como sí del alimento para sobrevivir, pero debes permitirte decidir qué te gusta compartir con otras personas.

·         No reprimas los sentimientos de tristeza que pueden invadirte de vez en cuando porque si te acostumbras a ello reprimirás los de alegría tan positivos para tu mente.

·         Acepta ser quién eres.

·         Ama tu vida y déjala fluir libremente sin ponerle frenos. No importa la edad que tengas o cómo la sociedad te encasille.

·         No tengas prejuicios y serás más feliz.

Por otro lado, tengamos en cuenta que todos necesitamos tener esperanza, ese ánimo o empuje de saber que veremos nuestros deseos y anhelos cumplidos. Tener esperanza es vivir con la confianza de que obtendremos lo que deseamos. Una vida sin esperanza es una vida sombría.

 Como cristianos, nuestra esperanza está puesta en Dios. Confiamos en que Él cumplirá sus promesas y que no nos fallará cuando más lo necesitemos. Sobre todas las cosas sabemos que, gracias al sacrificio de Jesús en la cruz, tenemos salvación y vida eterna. ¡Estaremos con Él por la eternidad! La esperanza en Dios nos libera del miedo al futuro y de la incertidumbre. Sabemos que nuestro Dios es bueno, él nos conoce y podemos confiar en que nos dará la fortaleza necesaria para enfrentar las dificultades que nos presente la vida. “Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”. Jeremías 29:11

S.A.G. – 06 – NOV – 2021

 

 

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