Proverbios 24: 5 NVI “El que
es sabio tiene gran poder y el que es entendido aumenta su fuerza.” Por ello la educación
en la vejez, es necesaria.
Si se analiza el envejecimiento normal y el envejecimiento
patológico, así como los factores influyentes en cada uno de estos términos
podemos darnos cuenta de que existen factores biológicos, psicológicos y
sociales que pueden determinar la presencia de uno u otro tipo de
envejecimiento.
Haciendo referencia a los aspectos psicológicos
y sociales más significativos podemos decir que en el envejecimiento normal
existe desarrollo o desintegración de algunos procesos psíquicos que pueden ser
compensados. En el envejecimiento patológico, en se presenta la pérdida
progresiva e irreversible de procesos psíquicos.
En lo social es normal la sustitución y
evolución de roles, apoyo social ( familiar y comunitario) , posibilidades de
autonomía, contactos familiares amistosos, existencia de actividades productivas
para el anciano, mientras en el envejecimiento patológico se presenta la
pérdida total roles sin posibilidad de sustitución, ausencia de apoyo social,
dependencia involuntaria, inactividad, aislamiento, conflictos
intergeneracionales, ausencia de contactos familiares amistosos.
Debemos, entonces, preguntarnos cuánto podemos
hacer para apoyar el desarrollo del anciano en esta etapa, cuánto podemos
estimular al adulto mayor para que viva esta etapa llena de cambios desde una
perspectiva positiva y enriquecedora y cuanto podemos influir sobre estos
factores psicológicos y sociales para lograr la aparición del envejecimiento
normal.
Debemos entender que lo más valioso de la
personalidad sería que el anciano experimentara una consideración positiva
incondicional de sí mismo, lo que no plantearía discrepancias entre su
valoración y su necesidad de consideración positiva.
Se plantea entonces la necesidad, del
desarrollo de un proceso de educación en la tercera edad que permita el
bienestar del anciano como un ser bio- psico- social, contrarrestando posibles cuadros
pesimistas de sí y dirigido a lograr una autoestima positiva, propiciar el
autodesarrollo y la autovaloración adecuada.
De las funciones psicológicas del anciano y sus
posibilidades de educación, sabemos que en la vejez ocurre que los procesos
psíquicos se hacen más lentos, a causa de la disminución neuropsicológica que
se manifiesta en esta edad. Los trastornos de la memoria, las alteraciones en
el pensamiento, la percepción, son superados por el interés y la motivación que
pueden tener para el aprendizaje, que puede manifestarse más lento, pero
indudablemente será más significativo para el individuo. Se deben tener en
cuenta por tanto aspectos afectivos y motivacionales para el aprendizaje.
La educación en la tercera edad debe partir de
que sea ofrecida a los ancianos para conservar su autosuficiencia, la
adaptación social, forma de mantener el vínculo con el desarrollo social
actual. Debe sentirse informado, como un hombre de su tiempo sobre la evolución
del mundo actual. Es urgente que los pedagogos tengan en cuenta la búsqueda de
métodos idóneos para trasmitir mensajes que enseñen y eduquen, ajustados a la
vejez y debe demostrarse que la posibilidad de aprender en el hombre existe a
lo largo de la vida.
Mediante la educación en la tercera edad puede
lograrse que el anciano se interese en el futuro, que se sienta parte de la
sociedad, con funciones y roles sociales. Los centros de salud, centros
educativos, familias, comunidades, gobiernos locales en interacción con el
anciano pueden trabajar en su estimulación y preparación en esta etapa
Las universidades del adulto mayor tienen un
papel fundamental en el proceso y en la actitud de este hacia la vejez. Buscan
crear una cultura del envejecimiento a partir de oportunidades educativas y
mediante este proceso de educación la concientización en el ámbito social del
valor de esta etapa.
La educación en el adulto mayor debe ser una
educación para aprender a vivir, esto es lo más importante. Preguntas como
quién soy, cómo enfrentar los problemas es una tarea que no debe olvidar la
educación en el adulto mayor.
Existen algunas preguntas que llevarían una
respuesta importante para el anciano y que deben tenerse en cuenta al
desarrollar el proceso educativo para la vida:
·
Quién
soy y cómo soy.
·
Cómo
debo afrontar y resolver los problemas y frustraciones en mi relación con el
mundo.
·
¿Qué
sentido u orientación debo darle a la vida? (objetivos, metas, valores)
Es importante que se vea el proceso de
educación como posibilidad de lograr salud en el anciano tanto psíquica como
físicamente, como la forma de legar elementos técnicos y fomentar en ancianos
conceptos y pautas de conducta, derivadas de las propias discusiones,
experiencias y confrontación con otros ancianos. Esto resulta de relevancia
para la conservación de la salud en el adulto mayor. Es innegable que al
presentarse un estado de bienestar físico el sujeto tendrá mayores
posibilidades de experimentar bienestar psicológico que si está enfermo y
viceversa, de ahí que la educación en el adulto mayor deba tener en cuenta
varias esferas de trabajo.
La educación del anciano es una necesidad
social que deben de afrontar las diferentes instituciones sociales, estatales e
iglesias y debe ir dirigida al desempeño de nuevos papeles y a la búsqueda de
un nuevo espacio en la sociedad.
Para concluir diremos que la educación en el
adulto mayor constituye en nuestros días un proceso de gran importancia, con
ella pueden lograrse un mejor estilo de vida en el anciano donde existan
proyectos, esperanzas, conocimiento real de sus potencialidades, de sus valores
y hasta dónde puede llegar. Permite preparar al anciano para llevar una vida
más saludable tanto física como psíquicamente.
La educación en el adulto mayor permite la
inserción del anciano en la sociedad que un día construyó y de la que se siente
apartado. Resulta un modo de lucha contra las representaciones que hoy priman
de la vejez y que tanto los limitan, constituyendo así una necesidad de orden
social.
La educación en el adulto mayor, una educación
para aprender a vivir, es hoy una tarea de primer orden para todos aquellos que,
desde la familia, la comunidad, el centro de salud, centros educativos,
iglesias, interactúen con sujetos de la tercera edad.
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