Finalizamos esta serie con un cuento birmano
titulado: “El viajero y los cuatro jóvenes”
Existieron
cuatro hombres jóvenes que pasaron su tiempo creando la mayor parte de cuentos
inverosímiles e increíbles. Un día vieron a un anciano que estaba viajando de
una ciudad a otra y se había detenido en su pueblo para descansar y comer.
Las ropas
del viejo eran bastante caras y al verlas, los jóvenes pronto se llenaron de
envidia. Decidieron tramar un plan que les permitiese tomar la ropa del viejo
por su cuenta y pronto se les ocurrió una idea maravillosa lo desafiarían a un
concurso. Cada uno diría un cuento improbable y si alguien dudaba de la verdad
de cualquier historia, ese hombre se convertiría en el esclavo del narrador.
Se
acercaron al viejo viajero, se lo propusieron y cuando les escuchó su
propuesta, el viajero estuvo de acuerdo. Terminó su comida y se dispuso a
escuchar a cada joven mientras tomaba su turno tejiendo su elaborada mentira.
De hecho, todos en la tienda se detuvieron y escucharon y se preguntaron quien
ganaría este concurso.
El primer
joven comenzó:
- "Antes de que naciera, mi madre le pidió a mi padre
recogerle algunas ciruelas del árbol en frente de su casa. Mi padre respondió
que el árbol era demasiado alto y demasiado peligroso para escalar. Mi madre
pidió el mismo favor a mis hermanos y hermanas y le dieron la misma respuesta.
Yo estaba tan molesto de ver a mi madre decepcionada y hambrienta de esas
ciruelas que trepé al árbol y recogí las ciruelas cuando nadie miraba. Las puse
en la mesa cerca de donde descansaba mi madre y ella las vio, comió y estaba
contenta".
Los
cuatro jóvenes miraron al viejo viajero para ver si protestaba o expresaba su
incredulidad, pero él simplemente asintió con la cabeza en silencio como si la
historia fuera verdad.
El
segundo joven comenzó:
- "Cuando tenía solo una semana de nacido me di un
paseo a través del bosque. Mientras caminaba sentí mucha hambre y encontré un
árbol de coco. Subí en el árbol de coco y de él comí y bebí hasta que estaba
tan lleno y soñoliento que no pude bajar. Así que volví a la aldea y tomé
prestada una escalera, que llevé al árbol, la apoye contra su tronco y baje. Si
no hubiera usado esa escalera, todavía estaría arriba en ese árbol de
coco".
Todos
miraron al anciano, pero nuevamente él simplemente asintió con la cabeza.
El tercer
joven comenzó:
- "Cuando tenía un año, estaba caminando entre las
hierbas altas a las orillas del pueblo cuando vi un conejo. Perseguí a la
criatura hasta que la atrapé, solo para descubrir que no era un conejo, sino un
tigre, un tigre muy hambriento. La bestia rugió y abrió su boca para comerme.
Traté de explicarle que pensé que era un conejo y que nunca perseguiría a un
tigre, pero esto solo lo enfureció aún más. Abrió sus grandes mandíbulas para
morderme, pero me agarré con él y lo partí en dos y seguir mi camino, todavía
buscando un conejo".
El viejo
asintió con la cabeza en acuerdo.
El cuarto
y último joven comenzó su historia:
- "El año pasado fui a pescar a un lago cercano.
Pescaba toda la mañana, pero no pesqué nada. Le pregunté a otros que estaban
pescando allí, pero ninguno de ellos capturó nada tampoco. Decidí encontrar la
causa de este problema y me zambullí al costado del bote en el agua. Nadé
durante unos tres días hasta que llegué al final. Allí encontré un pez enorme
tan grande como una montaña, comiendo cada pez que pasaba por su boca enorme.
Maté al monstruo con un golpe de mi puño. Entonces me di cuenta de que tenía hambre,
así que encendí un fuego, ase la enorme bestia y me la comí toda. Después de
una siesta flote a la superficie y me fui a casa".
Una vez
más, el viejo viajero solo asintió con la cabeza en acuerdo.
Ahora era
el turno del anciano quien dijo:
- "En mi granja tengo un árbol frutal que es diferente
de cualquier otro árbol en el mundo. No tiene hojas, pero tiene cuatro ramas.
Hace años, al final de cada rama, crecía una sola fruta. Cuando la fruta estaba
madura, la recogí y cuando corté de cada pieza, un joven saltó fuera. Como
venían del árbol de mi propiedad, estos hombres eran legalmente míos. Los puse
a trabajar en mi granja, pero fueron muy vagos. Lo único que querían hacer todo
el día era sentarse e inventar historias fantásticas. Después de unas cuantas
semanas, los cuatro hombres escaparon y desde entonces he estado viajando por
todas partes buscándolos. Ahora, aquí en esta tienda, los he encontrado. Sabes
muy bien que eres mis sirvientes fugitivos. Ahora, vuelvan conmigo y no me
causen más problemas".
Los
cuatro jóvenes embusteros no pudieron decir una palabra. Estaban en una
desesperada posición. Si declaraban que su historia era cierta, admitían que
eran los sirvientes fugitivos. Si dijeran que la historia era falsa, perderían
el concurso y se convertirían en sus esclavos de todos modos. Ellos agacharon
la cabeza en silencio.
Los
aldeanos que estaban mirando sonreían ante su dilema. Finalmente, la cabeza del
pueblo declaró al viajero como el ganador.
El
anciano se volvió hacia los cuatro jóvenes sinvergüenzas y dijo:
- "Ahora están en mi poder”
Levítico 19:32 “Delante de las canas te
levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo
Jehová”
Hay personas en el mundo y aun dentro de las
iglesias que desprecian a las personas mayores o los viejos. Algunos los tratan
de gente anticuada y pasada de moda quienes nada saben de la realidad moderna
que nos rodea. Pero qué lejos están de
la verdad.
Dice la Biblia que: “¿Qué es lo que fue? Lo
mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará: y nada hay
nuevo debajo del sol” Eclesiastés 1:9
Desde mi temprana edad he sentido admiración y
respeto por las personas mayores. Mi padre fue un hombre viejo que ha igual que
mi madre y mi suegra no perdían oportunidad para darme un buen consejo muchos
de los cuales todavía los recuerdo. Por
ello parte de mi trabajo es para los viejos, tengo amigos ancianos y me siento
bien entre ellos, los respeto y doy valor a sus palabras.
Aunque quizás haya algunos que han llegado a la
vejez sin aprovechar bien su vida, en su mayoría los viejos son personas
inteligentes y sabias que nos puede enseñar mucho con sus experiencias. Como
aquellos que han sido creyentes desde su juventud, quienes han sido fieles a
Dios en las altas y las bajas, quienes han dado testimonio con sus vidas de una
verdadera vocación hacia Dios, son personas dignas de escuchar. A los viejos le gusta aconsejar los jóvenes,
dar palabras de instrucción a los que vienen levantándose en la vida.
Enseñémosles a nuestros hijos, nietos y niños
en todo lugar que “Las Historias De Los
Abuelos Benefician A Los Niños”
(*) Cuento
número cuatro y ultimo que se deriva del estudio titulado: “Las Historias De
Los Abuelos Benefician A Los Niños”; si no lo ha leído lo invitamos a hacerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario