Numerosas investigaciones han mostrado
como determinados acontecimientos o circunstancias, bajo ciertas coyunturas,
pueden cambiar el curso de la vida de las personas y también afectar el
equilibrio de sus relaciones con el contexto físico y en particular en el
ámbito social, lo que provoca respuestas de estrés y en todos los casos afectan
de una u otra manera la calidad de vida y el bienestar de los implicados.
El estrés a cualquier edad, constituye un
factor de riesgo para la salud, el bienestar y la calidad de vida de las
personas; pero esto se torna particularmente sensible en la tercera edad, etapa
del ciclo vital en que resulta de suma importancia su prevención y control.
El estrés (del inglés stress, 'tensión')
es una reacción fisiológica del organismo en el que entran en juego diversos
mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como
amenazante o de demanda incrementada.
El estrés es una respuesta natural y
necesaria para la supervivencia, a pesar de lo cual hoy en día se confunde con
una patología. Esta confusión se debe a que este mecanismo de defensa puede
acabar, bajo determinadas circunstancias frecuentes en ciertos modos de vida,
desencadenando problemas graves de salud.
Cuando esta respuesta natural se da en
exceso, se produce una sobrecarga de tensión que repercute en el organismo
provocando la aparición de enfermedades y anomalías patológicas que impiden el
normal desarrollo y funcionamiento del cuerpo humano. Algunos ejemplos son los
olvidos (incipientes problemas de memoria), alteraciones en el ánimo,
nerviosismo y falta de concentración, en las mujeres puede producir cambios
hormonales importantes como hinchazón de mamas, dolores en abdominales
inferiores entre otros síntomas.
Es una patología emergente en el área
laboral, que tiene una especial incidencia en el sector servicios, siendo el
riesgo mayor en las tareas en puestos jerárquicos que requieren mayor exigencia
y dedicación.
Un evento estresante es aquel ante el cual
el sujeto es indefenso y que posee la capacidad para provocarle una respuesta
de estrés. La respuesta de estrés puede ser considerada como la estimulación
psicofisiológica que se produce en el organismo como consecuencia de la
interacción con determinada situación que le ha servido de estímulo o
disparador.
Por eventos vitales entendemos a aquellos
sucesos o situaciones no habituales que implican cambios en las condiciones de
vida de los sujetos y la necesidad por parte de estos de un esfuerzo de ajuste
para adaptarse o dar respuesta a las nuevas situaciones.
El impacto del evento vital y las posibles
afectaciones que puede provocar en la calidad de vida y el bienestar, se debe
en parte a las características peculiares de ellos: carácter inusual, alta
intensidad o efectos molestos sostenidos, ambigüedad, ocurrencia de manera
abrupta y falta de información.
El estrés es un fenómeno que expresa las
cambiantes y complejas relaciones que mantiene el individuo con su ambiente,
que en este caso resultan "relaciones alteradas" en tanto que las
demandas ambientales no pueden ser satisfechas por el sujeto en función de que
sus recursos resultan insuficientes para ello.
No en todos los casos la simple presencia
de un evento vital provoca la respuesta de estrés, sino que depende de manera
particular de evaluación que hace la persona de la situación, de su nivel de
sensibilidad y vulnerabilidad ante esta y de la efectividad de las estrategias
de afrontamiento utilizadas.
Al hablar de evaluación nos referimos a la
connotación que el sujeto otorga a la situación (amenaza, pérdida, reto), así
como a la valoración de sus recursos para hacerle frente.
La vulnerabilidad puede ser comprendida
como la mayor o menor susceptibilidad del individuo ante determinadas situaciones
estresantes y estará determinada por: factores personales, compromisos,
creencias y recursos. Factores personales:
·
Compromisos: Aquí nos referimos a aquello que resulta significativo,
importante para el individuo.
·
Creencias: Se trata de aquellas ideas y representaciones que se incorporaron
en etapas tempranas de la vida relacionadas con la forma en que vemos las
cosas, a los otros, el entorno y sobre todo con el propio control personal.
·
Recursos: Los más importantes son: salud, recursos materiales, creencias
positivas, habilidades sociales y apoyo social. De manera particular se destaca
el papel que juegan en la evaluación que el individuo realiza de la situación
(amenazante, reto, neutral).
El envejecimiento como evento vital evolutivo, trae aparejada
una serie de cambios biológicos, psicológicos y sociales que necesariamente
implican, para el sujeto, la necesidad de determinados esfuerzos de ajustes.
Aún cuando la tercera edad puede estar
acompañada de diversos eventos vitales, que el sujeto puede evaluar como
causantes de pérdidas y amenazas: muerte de contemporáneos, jubilación, nido
vacío, algunas pérdidas de capacidades sensoriales, el envejecimiento por sí
mismo no tiene que provocar estrés, lo que dependerá en primer lugar de la evaluación
subjetiva que el individuo realice de su situación y de otros factores
moduladores del estrés como las características de su personalidad, el
sentimiento de control sobre su vida, el grado de independencia, la percepción
sobre la disponibilidad de apoyo social y en general el sistema de actividades
del sujeto.
El enfrentamiento del estrés y su
prevención en la tercera edad, requieren de la disposición del sujeto para
implicarse en procesos de captación de información y reflexión que le permitan
el desarrollo de un proyecto de vida, para mantenerse activo y desarrollar un
sistema de acciones que le posibiliten mejorar su bienestar y calidad de vida.
La ausencia de un proyecto de vida
adecuadamente estructurado, resulta un factor de riesgo a controlar y evitar.
La prevención y el control del estrés en
la tercera edad, ha de contemplar, en primer lugar, la transmisión de un
conjunto de conocimientos a los sujetos que les posibilite el reconocimiento de
los estresores más importantes que suelen aparecer en esta etapa de la vida y
sus efectos sobre la salud.
En segundo lugar, un adiestramiento
dirigido al control de las situaciones o condiciones que favorecen el estrés, y
al desarrollo de diversas habilidades personales destinadas a favorecer el
cambio en las estrategias con las que se abordan los problemas de estrés.
Cuatro tipos de estrategias serán
desarrolladas:
1. Estrategias generales, cuyos objetivos
son el mantenimiento y la promoción de un adecuado estado físico (realización
de ejercicios, dieta balanceada y apropiada a la edad), red de apoyo social y
la implicación en actividades para el disfrute del ocio y la distracción.
2. Estrategias cognitivas, dirigidas al
desarrollo de una visión optimista, a la modificación y control de pensamientos
deformados e ideas irracionales, y el control de estados emocionales negativos
(ansiedad, depresión, ira).
3. Estrategias fisiológicas, encaminadas a la
prevención y control de los estados de activación psicofisiológica como la
relajación física, el control de la respiración, o la meditación.
4. Estrategias conductuales, como el
entrenamiento asertivo, la solución de problemas, el auto-control, o la gestión
del tiempo; cuya finalidad será la elevación de los recursos del individuo para
la toma de decisiones y el enfrentamiento a situaciones conflictivas.
La tercera edad puede ser una etapa que se
viva a plenitud, libre de estrés innecesario, si: se adoptan un programa y
estilo de vida acordes a las condiciones y posibilidades individuales; se
contrarrestan los mitos y visiones negativas, que impiden la participación en
actividades estimulantes de variados intereses y la motivación para implicarse
en diversas actividades físicas y sociales; y se conservan una visión optimista
de la vida y una auto-estima positiva.
El acercamiento a Cristo Jesús, resulta de
una alta relación que permite al sujeto, asegurar su futuro, entender que no
esta solo y sobre todo en encontrar el consuelo y la sabiduría a sus retos en
la Palabra bíblica.
Después de todo no hay stress que pueda
ante la liberación que da Jesucristo.
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