Al
igual que muchas personas de edad avanzada, Moisés sintió que había
ganado una jubilación tranquila. Él había sido fiel a su familia
y había trabajado duro como pastor ovejero. Era un hombre viejo.
Era el momento para que los más jóvenes lo relevaran.
Moisés
hacía tiempo que había abandonado cualquier esperanza que tenía de
ser un gran líder. Había sido criado en el palacio del Faraón.
Había visto cómo el poder funciona. Se había familiarizado con
las glorias de la corte del Faraón. Pero eso hacia mucho tiempo,
antes de matar al egipcio. Desde ese fatídico día, había vagado
por el desierto con sus ovejas.
Ya
en sus ochenta años, Dios envió una zarza ardiente. Al principio,
parecía bastante normal y entonces Moisés notó que la zarza no se
consumía por el fuego. Eso llamó su atención. Y Dios le habló,
diciéndole de su preocupación por los esclavos hebreos. Moisés
estaba anonadado. Finalmente, Dios había escuchado el clamor de su
pueblo, y ha decidido hacer algo. Moisés había estado esperando
algo así desde que él había matado al egipcio, años antes.
Pero
entonces Dios dejó caer la noticia. Dijo, "Yo te enviaré a
Faraón, para que saques a mi pueblo de Egipto". Moisés no
sabía si reír o llorar. Era Dios hablando en serio? Moisés
pensaba... ¡Yo, un pastor de ochenta años de edad!
Moisés
preguntó: "¿Quién soy yo para ir a Faraón? Yo no podría
hacer algo así. Faraón me matara antes de hablarle. Puedo estar
viejo de ochenta años, pero no estoy dispuesto a morir todavía.
Además he sido pastor aquí en los montes tanto tiempo, que ni me
acuerdo de cómo vestirme para la corte de Faraón. Elige a alguien
más joven, Señor ".
Pero
Dios le contestó solamente: "Yo estaré contigo".
Entonces
Moisés dijo: "¿Quién eres tú?. Si me preguntan cuál es su
nombre, ¿qué les digo?"
Dios
respondió: "Yo soy el que soy".
Entonces
Moisés dijo: "¿Y si no me creen? ¿Qué pruebas puedo
ofrecer?"
En
respuesta Dios hizo que Moisés arrojara su vara al suelo y se
convirtió en una serpiente. Entonces Moisés se metió la mano en
la camisa y salió leprosa. Luego vertió agua sobre la tierra seca
y se convirtió en sangre.
Entonces
Moisés dijo: "Yo no soy elocuente. ¿Quieres que libere a los
hebreos e intimide a Faraón, pero sssii-tartatamudeo. ¿Cómo puedo
hacer el trabajo que usted quiere?
Dios
respondió: "¿Quién hizo la boca?" Moisés apunto: “Tu,
eres el creador de todo”. Entonces si Dios puede hacer una boca, es
que puede ayudar a una persona a hablar bien. ¿Ok?... Ok.
Finalmente,
Moisés hizo su última objeción. "Señor, por favor, envíe a
alguien más." Cuando por fin se quedó sin razones, afloró la
verdadera razón. Él no quería ir.
Suena
como la razón de muchos hombres. "Tengo mil razones para
quedarme en casa, pero la verdadera razón es que yo no quiero ir".
Eso
debió enojar a Dios. ¿Qué hizo Dios para convencer a Moisés? Él
era un hombre difícil de convencer. Dios se le apareció en una
zarza ardiente, empezó a hablar con él y Moisés respondía como si
estuviera hablando con un vendedor de frutas.
Moisés
era como un toro metido en un armario de porcelana. Había metido la
pata con su lengua propia, ignorando por completo que fue Dios mismo
quien había venido a darle un mensaje. Moisés estaba en un gran
dilema y aun así seguía indolente.
Dios
tuvo que decirle a Moisés: "No te acerques. No me mires.
Quítate los zapatos, porque el lugar en que tú estás, tierra santa
es". Moisés se comportaba ignorante y torpe.
Moisés
estaba “cortando varas”. Él vio la zarza ardiente. Él oyó a
Dios hablar con él. Oyó el liderazgo que Dios exige de él. Oyó
a Dios exigente de que sea obediente. Caminó hasta la zarza
ardiente, admirado y seguía cortando varas.
En
realidad, Moisés es mi tipo de hombre y por ello me parece
reconfortante el como Dios trató con tanta paciencia con Moisés.
Cuando
yo entre por primera vez a una iglesia evangélica, una persona mayor
se acerco y me dijo: “Dice el Señor, que terminaras sirviéndole a
El, por tiempo completo”... “vieja loca”, le conteste... y pase
un año y días sentado en las sillas sin recibir a Jesús, puedo
decir que pase un año y días cortando varas. Todos los cultos
terminaban con un llamado... pero yo no escuchaba y Dios paciente, de
seguro solo sonreía y en sus adentros se decía “ya veras, ya
veras”.
Incluso
ahora, casi veinte años después, en algunos casos me quejo.
Incluso en esta ciudad de Soyapango, que conociéndola bien resulta
encantadora. Incluso en esa congregación bella de “el Renuevo”
con su gente hermosa. Yo no quería venir aquí. Sin embargo, aquí
estoy. Siempre recuerdo a aquella mujer que en mi primer día me
dijo: “Dice el Señor, que terminaras sirviéndole a El, por
tiempo completo” y le dije ofensivamente “vieja loca”... y
ahora aquí estoy, loco, sirviéndole a Jesucristo.
¿No
eres un poco como Moisés también? No vuelvas a decir: "¿Por
qué yo? ¿Por qué debo hacer eso o lo otro? Envíe a otro o veces
nos quejamos y decimos a Dios: "¿Quién eres tú, quién eres
tú para pedir tanto de mí?"
Muchos
no están con Jesucristo o no van a una iglesia porque tienen miedo
de que nadie les va a creer. Tienen miedo de lo que la familia o
amigos dirán si glorifican a Dios en su vida diaria. No nos importa
si la gente piensa que estamos locos por el fútbol, pero si nos
importa el que dirán si seguimos al Señor. Por favor, no dejes que
ellos piensan por ti, Dios siempre tiene algo bueno para ti, búscalo,
deséalo y encuéntralo.
No
puedes darte el lujo de pensar que tienes pocas habilidades. Hay un
montón de personas que podrían hacer un mejor trabajo, pero Dios
quiere el tuyo con toda tu gracia y todos tus defectos.
No
importa la edad, para Dios no es problema el ser niño, joven o
viejo, El sabe que todos tienen buenas habilidades para hacerlo, tan
solo hoy que podemos pensar en un año o un tiempo venidero
digámosle: “Pídeme que haga algo, Señor, cualquier cosa”
De
seguro antes de que te conteste Dios, te contestaste tu: “¿Que
hago? ¿Que estoy diciendo? Tengo mis propias responsabilidades para
afligirme y estoy pidiendo mas. Tengo pagos de la casa, la cuota del
coche, pagos de luz , agua, teléfono, facturas de la universidad,
problemas, problemas, problemas. Lo que sea para terminar diciendo:
“Señor, yo tengo las anteriores buenas razones para no hacerlo”.
Hay
un poco de Moisés en cada uno de nosotros, él ya no esta aquí.
Pero tenemos que recordar que las objeciones de Moisés no eran el
final de la historia. Por mucho que Moisés se quejó, él también
le trabajó. Por mucho que le interrogó, también obedeció. Luego
fue nariz a nariz con el Faraón. Pronto estaba llevando a Israel de
Egipto y hacia la tierra prometida.
Así
como somos de parecidos a Moisés en sus quejas y preguntas, seamos
también como Moisés en su obediencia. Después de que hemos dado a
Dios todas nuestras excusas, vamos a ponernos bien los pantalones y
las mujeres sus vestidos y a empezar a movernos. Después de haber
molestado a nuestra esposa (o esposo) y aburrido a nuestros amigos
con nuestras quejas, vamos de ahora en adelante a procurar mejorarles
su vida, llevémoslos a Jesús.
A
todos el Señor nos ofrece la finalización de nuestra esclavitud,
ahí esta la Tierra Prometida. Él nos está llevando, dejemos que
El, quite nuestros miedos y con El, tendremos un lugar donde
estaremos a salvo y seguro.
NO
ES EXCUSA tu edad, 60, 75, 80, 100 y ¿QUE? Él nos lleva lejos de
todas las mentiras y los compromisos que nos han esclavizado, nos
lleva a un lugar donde podamos mantenernos erguidos y caminar libre.
Él nos está llevando a cabo de la oscuridad a la luz. Presta
atención a su llamado, obedece al Padre y te convertirás en un
heredero del Reino de Dios. Y RECUERDA: MOISÉS VIVIÓ 120 AÑOS.
No hay comentarios:
Publicar un comentario