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Timoteo 5:1..8: “1 No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre; a los
más jóvenes, como a hermanos; 2 a las ancianas, como a madres; a las
jovencitas, como a hermanas, con toda pureza. 3 Honra a las viudas que en
verdad lo son. 4 Pero si alguna viuda tiene hijos, o nietos, aprendan éstos
primero a ser piadosos para con su propia familia, y a recompensar a sus
padres; porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios. 5 Mas la que en
verdad es viuda y ha quedado sola, espera en Dios, y es diligente en súplicas y
oraciones noche y día. 6 Pero la que se entrega a los placeres, viviendo está
muerta. 7 Manda también estas cosas, para que sean irreprensibles; 8 porque si
alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la
fe, y es peor que un incrédulo.”
Nuevamente
volvemos a la carga, porque hemos planteado, ya hasta la saciedad, que nuestra
futura sociedad será de ancianos. Hemos dicho que este siglo XXI será
reconocido en la humanidad como el siglo de la ancianidad.
¿Por
qué insistimos tanto?
Porque
Dios esta hablándonos para que preparemos, cada uno desde su lugar, una futura
sociedad de valores dignos y abandonemos esta sociedad materialista y
deshumanizante de nuestros días. Vivimos a diario una batalla entre una
sociedad que desarrolla hábitos consumistas y una sociedad sobria y llena de
amor como Dios nos la plantea.
Si
hacemos el esfuerzo de tratar de echarle una mirada al camino próximo a
recorrer, tendríamos que ahí pasados los próximos doce años, ahí por el 2015,
los que nacieron en la década de 1950, celebrarán su cumpleaños número 75 y los
miembros de la generación del 60 celebraran 65 años y las generaciones hasta
las del 85, estarán entrando en el censo de esta nueva sociedad de ancianos.
Según
los diferentes estudios publicados por demógrafos, la edad será lo que
principalmente cuente cuando se dé un cambio demográfico de gran envergadura en
mas del 80% de las sociedades del mundo. Para el 2025, se tiene proyectado que
cerca de uno de cada cuatro ciudadanos tendrá 60 años de edad o más. Hoy, esa
proporción es de uno de cada seis ciudadanos.
Nos
estamos dirigiendo hacia una sociedad de personas de la tercera edad, la edad
de los años dorados. Espero que este grupo prominente de la población envejezca
con gracia y que el grupo de los más jóvenes los trate con respeto.
Digo
espero, porque también desde la década de 1950, se presenta un aumento
constante de la falta de valores en nuestras nuevas generaciones, que es preocupante
pensar a los niveles de violencia de todo tipo que vivimos, como será esta y
como impactara en esa sociedad de ancianos.
A mí me enseñaron a respetar a los ancianos.
Crecer con una padre y una madre, que se esmeraron por educarme y muchas veces
sin tanta pedagogía o Psicología moderna, me ayudó a aprender a amar y a
apreciar a las personas mayores. Y mis padres fueron un ejemplo para mí en
cuanto a la paciencia y atención que merecen los ciudadanos veteranos.
Hablo
de ese tipo de comportamiento respetuoso que hizo que Eliú esperara su turno
para hablar a Job 32:4 “Y Eliú había esperado a Job en la disputa, porque
los otros eran más viejos que él.” El joven esperó a que los demás dieran sus
discursos porque “eran de más edad que él”.
Este comportamiento también me lo enseño mi madre y lo aprendí después
de la bofetada por meter mi lengua en platicas de mayores, pero lo aprendí y
aun ahora viejo lo practico y lo enseño.
Con
gran preocupación observo, aun dentro de la iglesia, como las generaciones
adultas, jóvenes y niños, han ido perdiendo ese respeto y con ello el amor
hacia los ancianos. Leo y veo noticias y lo mismo. Oigo a los padres quejándose
de ya no poder contener las malas crianzas de sus hijos y veo a jóvenes
sufriendo ya las consecuencias de este desenfreno... muchos han pagado con su
muerte. En mi país, El Salvador y diría que en la mayoría de América Central y
México, la violencia cobra victimas con creces en los sectores jóvenes, entre
los 15 y 40 años, con tristeza veo como la falta de una corrección a tiempo da
estos frutos de violencia y muerte.
En
el Nuevo Testamento, Pablo escribió estas palabras: “No reprendas con dureza al
anciano, sino, más bien, exhórtalo como a padre; a los más jóvenes, como a
hermanos, a las ancianas, como a madres; a las más jóvenes, como a hermanas,
con toda pureza” (1 Timoteo 5:1..2).
Él
enfatiza que a los hombres mayores se les debe tratar con gentileza y
amabilidad, como a un padre, y a las mujeres mayores se las debe tratar
amorosamente, como a madres. Pero como lograrlo en un mundo en donde la unión
libre, el divorcio y la paternidad y maternidad irresponsable deja hijos
tirados por doquier o en sociedades pobres, que sufren el abandono de los
padres por ir a buscar ese “sueño americano” que se torna “pesadilla americana”
para nuestras sociedades donde aumentan los hijos abandonados.
Ya
se puso a pensar amado lector, que estas generaciones son las que a la vuelta
de algunos años serán nuestras sociedades de ancianos...
Es
importante que respetemos a los que son mayores que nosotros. Eliú y Pablo
ayudan a definir el deseo de Dios de que amemos y respetemos tiernamente a
aquellos que están un poquito más allá en el camino de la vida.
Pero
nuestras sociedades también nos demandan que por amor a nuestros descendientes,
actuemos, elevemos nuestra voz, hagamos verdaderas obras educativas, llevemos
nuestra cultura cristiana a esos niveles que vienen y están pronto a ser los
nuevos viejos de una nueva sociedad de ancianos.
Mostrar
respeto a las generaciones mayores va mas halla de hablar de las actuales, los
mayores de ahora, tenemos un compromiso de trascendencia en lo temporal de
nuestras vidas, las generaciones mayores de ahora debemos también amar a las
generaciones mayores que nos van a sustituir, a esos que están por ser igual a
nosotros.
Los
mayores de ahora no nos podemos dar el lujo de una vida eminentemente
contemplativa como se le concebía antes a la vejez, muchos viejos de ahora
vivimos los años dorados de las luchas revolucionaria de los años 60, 70 y 80,
ahí queda el Che Guevara y otros que fueron símbolos revolucionarios... muchos
quizás anduvimos en movimientos estudiantiles, otros en la guerrilla otros solo
miramos y simpatizamos, pero de una forma u otra somos parte de unos años de
ideales sociales de transformación... y ahora de viejos ¿Qué?
Aun
es tiempo que con un pensamiento amplio nos preguntemos: ¿De qué manera he
estado mostrando respeto o falta de respeto hacia los ciudadanos de la tercera
edad? ¿De qué manera mi relación con Dios se ve afectada por mi comportamiento
hacia las personas mayores?
Pero
sobre todas las cosas, los adultos mayores contemporáneos estamos también
llamados a “transformar nuestro entendimiento”, no podemos declararnos cansados
o pretender que por viejos ya no podemos, debemos entender que tenemos un
compromiso de luchar, de denunciar, de transformar esas acciones abusivas y
denigrantes que ahora expresa la sociedad para con los viejos, debemos luchar
por nuestros jóvenes de ahora, ellos merecen una sociedad mejor que la de los
viejos de ahora.
Es
necesario que nos incorporemos a nuestros propios grupos sociales, si no los
hay, criémoslos, porque hay que tomar una actitud como la de Caleb a sus
ochenta años.
Debemos
de aprender a decir “heme aquí Señor” y hacer lo que aun nos falta y podemos
hacer, Dios espera aun mucho de nosotros... Dios tiene confianza en nosotros.
En
resumidas cuentas: ama a los ancianos como si fueran de tu propia familia y ama
a tu descendencia porque ellos serán los próximos ancianos.
Una
Sociedad De Ancianos, ¿Cómo Será?
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