La
gente llorando por el cambio climático, por las profecías mayas o por las
conspiraciones mundiales, cuando el auténtico Apocalipsis avanza hacia nosotros
de forma inexorable. ¿Y saben que es lo peor de todo? Que Ustedes, jóvenes,
serán entonces los ancianos.
Una
rápida mirada a los empleados de un centro comercial nos llevará a la
conclusión de que la mayoría son jóvenes. Las compañías de teléfonos celulares
presentan una flota laboral de menos de 40 años de edad. Sucede lo mismo con
muchas cadenas de restaurantes de comida rápida y las tiendas de artículos
electrónicos.
Se
han puesto a pensar que ya hay una generación de gente que se ha criado jugando
a videojuegos y que, dentro de relativamente poco, empezaremos a tener
jubilados que se referirán a las videoconsolas por su nombre y no como lo
hacemos ahora los adultos mayores.
Este
cambio, tan veloz como inevitable, supondrá una revolución en el panorama
social y como sujetos de la historia, de nuestro pasado y de nuestro futuro y
yo, como hombre de Dios, preocupado de mi prójimo, me veo en la obligación de
hacer por lo menos una reflexión y llamado a las generaciones jóvenes sobre la
necesidad de trabajar desde ya y en serio sobre nuestro futuro próximo Este
cambio inevitable, requerirá y queramos o no realizara, una revolución en el
panorama social al que creo no queremos ver aun cuando inevitablemente se ha de
dar.
Amadas
generaciones anteriores a la mía, el futuro de ustedes, lo construimos nosotros
los viejos, pero bienestar de ustedes a veinte, treinta años adelante depende
de ustedes.
Para
darle basamento al futuro, veamos el presente, partiendo del pasado en el que
el cuidado del anciano que durante siglos había sido realizado desde la
familia, sin ningún tipo de remuneración y entendido como un deber
independiente y familiar, se cambia con la llegada de la Revolución Industrial,
cuando al ser humano se le valora por el trabajo que ha realizado y el Estado
se organiza para compensarlo ante el resto de la sociedad. Ahora que el Estado
pretende dar una respuesta, el cuidado del anciano del mundo moderno se torna
impersonal y reglamentado. Surgiendo así una progresiva despersonalización y un
creciente predominio de funcionarios, para cuyo retiro se inventa lo que hasta
nuestros días hemos llamado como jubilación. Esto supone una perspectiva
institucional del cuidado del anciano.
Actualmente
en el mundo contemporáneo, ciencias como la medicina y sus ramas: la geriatría
y gerontología, influyen definitivamente en la vida de los ancianos
posibilitando el incremento de la esperanza de vida. Sin embargo y dados los
vertiginosos avances tecnológicos, los ancianos no solamente dejan de ser
depositarios de sabiduría sino que al contrario, se ven vorazmente alejados del
conocimiento moderno, debido a que se considera que ya no aprenden.
La
época actual se caracteriza por una cierta decadencia del concepto de
experiencia. En un mundo que elogia la novedad, la experiencia no es tan
apreciada porque representa el pasado. Además, basta atender la Idea o imagen
aceptada por la mayoría resultado de las ventas de una publicidad
desvalorizante, para comprobar que física y estéticamente, el anciano ocupa un
papel más que deleznable para nuestra sociedad.
Y a
la par que lo anterior sucede, no queremos tomar en cuenta principalmente la
generación joven adulta, que en el mundo y sociedad actual, las nuevas
condiciones de vida, particularmente de los países más desarrollados y de
las grandes (mega) ciudades, están
haciendo que la población vaya envejeciendo, haciendo que el grupo cronológico
con mayor velocidad de crecimiento sea el de los ancianos que se encuentran ya
por sobre los 85 años.
Por
otro lado, la prolongación del período de asistencia jubilada, conlleva a un
empobrecimiento progresivo, agravado por la mayor necesidad de asistencia y
consecuentemente el gasto médico y la menor cantidad de población
económicamente activa. Ello se ve agravado por tasas de fecundidad y natalidad
que continúan descendiendo y por el abandono o dejadez de los vínculos
familiares que ponen a los más viejos en una situación de potencial desamparo.
¿Ahora
bien, cómo tendríamos que redefinir el rol de los ancianos de cara al futuro? A
fin y al cabo todos vamos para allá y por lo tanto, el tema debería ser parte
de nuestra preocupación.
El
rol de los adultos mayores o si quieren llamarlos ancianos o viejos, es un tema
a investigar seriamente. Si los condenamos a convertirse en objetos pasivos
anestesiados por las vanalidades sociales del hacer cotidiano, estaremos, creo
yo, desperdiciando gran parte de ese abundante hacer cognoscitivo que ellos
pueden aportar.
Si
se les considera como un valor del que la sociedad puede aprovecharse, como
personas que pueden ofrecer todavía a la sociedad algo, entonces es posible
organizar la función de la vejez desde un lugar que cobre sentido.
Si
los ancianos no son guiados, llevados o propiciados a poner sus tiempos y sus
experiencias en ejecución y brindarlas a los demás no dejarán de ser vistos como
una carga para las sociedades en desarrollo y un flujo de ganancia turística
para los desarrollados.
Actualmente
se nos es más fácil entender y definir los diferentes tipos de edades. Todos
tenemos una edad biológica reflejada en nuestro documento de identidad, pero
está también la edad psicológica que se vincula con nuestras habilidades
adquiridas y nuestra capacidad de adaptarnos. Con todo y eso, también se puede
definir una edad social relacionada con los roles que reflejamos en la sociedad
o los que esta nos impone. Es por eso que deberíamos encontrar mecanismos de
interacción social y familiar que promuevan el envejecimiento activo.
En
nuestros días, al anciano le hemos adaptado el rol del Cuenta Cuentos, pero tal
vez la clave sea encontrar la forma en la que los niños, dotados de la
habilidad de adquirir conocimientos computacionales a un ritmo vertiginoso,
interactúen estrechamente con los ancianos para capacitarlos y buscar la manera
de que estos últimos aprovechen las potencialidades de la era cibernética.
Los
adultos jóvenes de ahora, deben de preparar ese futuro en el que ellos vivirán,
pero... ¿Cómo acomodarlo si aun no son viejos?... Sencillo, aliándose con los
viejos, como dice la Palabra de Dios, "transformando el
entendimiento".
Vosotros,
los de la generación que viene atrás de mí, no pueden y mucho menos les
conviene, seguir pensando en el viejo como la sociedad actual lo mira, hay que
ver a los viejos como una fuente de inversión para crear el futuro.
Las
bondades de la computación en todos sus aspectos, pueden llenar las
expectativas de millares de ancianos y estos conociendo de ella, pueden llevar
sus voces e inquietudes a lugares insospechados. Este blog titulado
"55ymás" es un ejemplo.
Es
necesario iniciar a la brevedad posible una revolución en la parte de nuestra
sociedad concerniente al anciano.
La
era cibernética ha cambiado al mundo actual, pero a nuestros ancianos los
estamos dejando por fuera y eso no se vale, porque estamos dejando por fuera el
futuro de este presente.
Nuestros
ancianos son capaces de aprender, dejemos de darles ositos de peluche y
llevémosle una puerta al mundo por donde ellos comuniquen y sigan siendo
creativos, transformadores de nuestra sociedad, sujetos creadores de cultura...
¿Por qué no pensamos en llevar computadoras a nuestros ancianos?
Pero,
aun cuando actualmente la longevidad aumenta por los adelantos científicos, son
cada vez menos las oportunidades de empleo para los que transitan por la
quinta, sexta y séptima década de vida. Hemos olvidado la veneración a la
sabiduría de aquellos que levantaron nuestra sociedad o acaso creemos que ellos
no son capaces si les damos la oportunidad.
Y
de eso se trata, darnos TODOS una nueva oportunidad.
Los
viejos sabemos bien de las trampas sociales que una sociedad de vanalidades nos
ponen, muchos ya pasamos por ellas y fuimos maltratados, detenidos en nuestro
desarrollo por querer alcanzar esas vanalidades, ahora viejos, podemos
enderezar el camino para beneficio de jóvenes, tan solo necesitamos tres cosas:
1.
La sabiduría de Jesucristo en nuestros actos,
2.
Las armas actuales de los jóvenes (computadoras) y
3.
Que las generaciones jóvenes adultas nos den la oportunidad.
INTENTEMOSLO
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